Los sueños y las metas se confunden, no siempre van de la mano, a veces recorren un mismo camino, hasta que deciden separarse drásticamente.
Son esos siameses que cuando los separan buscan a su mitad, pero sólo hay una cicatriz que les recuerda que cierta gente se dedica a pasar por la vida sin hacer ruido, malvendiendo sueños a precio de frías realidades, respirando sólo porque no saben hacer otra cosa.
Los sueños a veces mueren, sin más, otras veces los mata la vida con esa maquinaria engrasada, en la que dejamos de ser personas y pasamos a ser cifras.
Quizás el problema es que si no tienes un gran sueño, una meta de calidad, una de esas que impone la sociedad, no formas parte de ella.
A lo mejor esta sociedad, enferma de envidia, de falsedad, de apariencias, no merece que tu formes parte de ella...
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