Se peinaba de fuego, remolinos de llamas salvajes en los que el viento jugaba a enredar, a hacerlos bailar desordenadamente.
Su verbo era suave,  como una caricia que se deslizaba en tus oídos, capaz de embrujar al marinero que oye el canto de sirena.
Cada sonrisa suya iluminaba la estancia,  creando luz donde las sombras reinaban,  con un estallido de energía limpia.
Sus ojos miraban francos,  con picardía, la que da la experiencia vital,  la que da el tropezarse y levantarse siendo más fuerte una y otra vez.
Sus besos eran historias, de las que te hacen vibrar de pies a cabeza, cuando los pruebas no los olvidas,  como un oasis en un desierto.
Te rodeaban sus brazos y el mundo pasaba a segundo plano, era fácil perderse sin miedo en ese cúmulo de sensaciones.
El sexo con ella era salvaje,  porque cuando jugábamos con nuestros cuerpos nos deseábamos tanto...  rebuscando en cada resquicio,  buscando el placer ajeno, sin tabúes, sin tapujos, sólo pura pasión, puro deseo,  sin explicaciones, sin falsas promesas,  algo adulto,  claro,  conciso. Sabíamos lo que queríamos.
Ella sabía  de amor, yo también, ambos lo tuvimos, lo conocimos,  lo disfrutamos y lo sufrimos.
Ahora somos maduros,  distinguimos amor y deseo,  sin confundir ni mezclar,  cada uno en sus zapatos,  sin juzgar la vida del otro.
Ella es una persona de colores, entre tanta gente gris, feliz con lo que tiene,  apreciando cada detalle, disfrutando cada momento.

Comentarios

  1. Este es el día de mi cumpleaños, me lo tomo como un regalo🥰... Gracias🙏

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