Se que cuando me hablas, tu mente es más rápida que tu boca,  y me imaginas de mil maneras,  casi todas empiezan en tu boca,  casi todas terminan entre tus piernas.
   Y yo que me dedico a temblar cuando me miras,  sintiendo esa mezcla de rubor y excitación, creo que quiero conocer tus curvas,  tanto como tus aristas. Tus montes, tanto como tus mesetas.
   Te deseo. En mi cabeza seguro que te habré tentado mil veces,  desnudado,  acariciando tu piel con un leve roce,  casi imperceptible, erizando el fino vello que recorre tu espalda y tus nalgas, buscando tu flor exótica, agitando tu botón de encendido con mi lengua,  mientras mis dedos juegan a serpentear dentro de tu anatomía.
   Somos sexo desatado ,tu y yo, aunque no lo sepas, de ese que prende fuego en la hierba seca, de ese que suena a chasquidos, de ese que te envuelve y no te suelta,  cual presa indefensa.
   Me dedico a hacerle el amor a tu mente,  a tu cabeza, creando instintos,  deseos que crecen como un río en época del Monzón. No entiendes lo que pasa,  y quizás no haga falta,  porque cuando nos miramos a los ojos nos desnudamos, cuando nos hablamos nos hacemos el amor. Y me gustas,  lo admito,  porque no juzgas sin conocer,  sólo te abres sin pedir nada más que ese momento  de pasión puro,  que dura un instante en el tiempo pero una eternidad dentro de tu mente.
Y no me arrepiento de sentir lo que siento y de hacer lo que deseo,  de que lo que siento sea eso y que lo que deseo seas tú.

Comentarios

Entradas más populares de este blog