La locura que forma parte de mi, lucha por abrirse paso entre el gris plomizo que viste el cielo, y los reflejos oleosos de los charcos.
El día que deje de sonreir llévame a urgencias, ese día estaré enfermo, enfermo de vida insulsa y monótona, de esa que se cuela por los poros y te convierte en un número, una pieza, un esclavo del tiempo.
Si algún día el gris plomizo gana la partida, y me reduzco a la mínima expresión de individualidad, pequeño y encogido, recúerdame que algún día fui el que reía sin motivo, el que bailaba los domingos al despertar aún roto por dentro, el que siempre da un consejo rodeado de una sarta de humor negro e incomprensible. Porque ese soy yo...
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