Era tan tarde que ya era temprano.
Me desperté allí, en tu cama, desnudo, sintiendo el calor de tu cuerpo, el delicado aroma de tu piel.
Lo siento, te miro y me provocas, no puedo dejar de seguirte con la mirada cuando te levantas desnuda, no puedo dejar de pensar en acariciar tus pechos, retorciendo, mordisqueando, succionando justo en el límite, donde el placer se mezcla con otro tipo de sensaciones.
Te giras y noto como rozas mi sexo. Te tengo de frente, abres los ojos y me pierdo en ese océano que es tu mirada. Mientras abres la boca para decir algo yo aprovecho y te planto un beso en el labio inferior, primero algo suave, muy lento, luego lo convierto en un pequeño mordisqueo, tiro y lo atraigo hacia mi.
Contigo no hay medida, te huelo y me enciendo, te toco y me enciendo, si el deseo tiene nombre dime el tuyo, me escondo bajo las sábanas buscando tu sexo, introduciendo mis dedos, utilizando mi lengua, me encanta ver como retuerces tu cuerpo como una serpiente, poseída, húmeda, llena de lujuria, perdiendo la poca razón que nos deja intacta este mundo aséptico e insensible.
Te vuelves a girar, y yo mordisqueo impaciente, lamiendo, subiendo a tu espalda, deslizándome dentro de tu calor, de tu humedad, intentando ser uno solo por unos instantes.
Luego me acaricias el pecho suavemente, mientras yo reposo sobre el tuyo, miras al techo y decides que ha sido una forma jodidamente agradable de dar los buenos días...
Me desperté allí, en tu cama, desnudo, sintiendo el calor de tu cuerpo, el delicado aroma de tu piel.
Lo siento, te miro y me provocas, no puedo dejar de seguirte con la mirada cuando te levantas desnuda, no puedo dejar de pensar en acariciar tus pechos, retorciendo, mordisqueando, succionando justo en el límite, donde el placer se mezcla con otro tipo de sensaciones.
Te giras y noto como rozas mi sexo. Te tengo de frente, abres los ojos y me pierdo en ese océano que es tu mirada. Mientras abres la boca para decir algo yo aprovecho y te planto un beso en el labio inferior, primero algo suave, muy lento, luego lo convierto en un pequeño mordisqueo, tiro y lo atraigo hacia mi.
Contigo no hay medida, te huelo y me enciendo, te toco y me enciendo, si el deseo tiene nombre dime el tuyo, me escondo bajo las sábanas buscando tu sexo, introduciendo mis dedos, utilizando mi lengua, me encanta ver como retuerces tu cuerpo como una serpiente, poseída, húmeda, llena de lujuria, perdiendo la poca razón que nos deja intacta este mundo aséptico e insensible.
Te vuelves a girar, y yo mordisqueo impaciente, lamiendo, subiendo a tu espalda, deslizándome dentro de tu calor, de tu humedad, intentando ser uno solo por unos instantes.
Luego me acaricias el pecho suavemente, mientras yo reposo sobre el tuyo, miras al techo y decides que ha sido una forma jodidamente agradable de dar los buenos días...
Comentarios
Publicar un comentario